jueves, 30 de mayo de 2013

CONCLUSIONES SINTÉTICAS DE "LA SIMULACIÓN EN LA LUCHA POR LA VIDA" - José Ingenieros








José Ingenieros

Giuseppe Ingegnieri, fué médico y filósofo. 

Nació el 24 de abril de 1877 en en Palermo (Italia). 

Hijo de Salvatore Ingegnieri y Mariana Tagliavia. 

Cursó sus estudios primarios en el Instituto Nacional. Trabajó desde niño corrigiendo pruebas de imprenta, ya que su padre era periodista y tuvo dificultades económicas.

Solía encargarle traducciones de italiano, francés e inglés, incluso de libros enteros. 

En 1888 ingresó al Colegio Nacional Buenos Aires, que dirigía Amancio Alcorta.

En 1892, ya habiendo finalizado sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Buenos Aires, fundó el periódico La Reforma y un año después, 1893, ingresó como alumno a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, de la que se recibió en 1897 de farmacéutico y en 1900 de médico con su tesis Simulación en la lucha por la vida. 

Para esa época ya era conocido en los círculos literarios.

Fue profesor de Psicología experimental en la Universidad de Buenos Aires y fundó los Archivos de Psiquiatría y Criminología (1902) y la Revista Filosófica (1915). 

Representante del positivismo en Argentina, aunque, ideológicamente evolucionó hacia el socialismo. Autor, entre otras obras de La simulación en la lucha por la vida (1903), su tesis doctoral, Psicología genética (1911) y El hombre mediocre (1913), su obra más importante de psicología social. 

En una de sus obras más originales, Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía, 1918, expone una versión del positivismo que hacía posible la metafísica. Sostiene que es posible reconocer, en toda forma de experiencia, un "residuo experiencial" que no es incognoscible, aunque no tenga un carácter trascendental. 

El 6 de junio de 1907 funda el Instituto de Criminología en la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, José Ingenieros estará al frente de este Instituto hasta 1914. 

Miembro del Partido Socialista, afirmaba que la lucha de clases era una de las manifestaciones de la lucha por la vida. 

José Ingenieros falleció el 31 de octubre de 1925 en Buenos Aires. 

 

 

 CONCLUSIONES SINTÉTICAS DE 
"LA SIMULACIÓN EN LA LUCHA POR LA VIDA"

(Texto escrito como su tésis de médico en el año 1900 y publicado como libro en el año 1903).

I.
Donde hay vida hay "lucha por la vida", concepto que debe entenderse en el sentido amplio y figurado que le atribuyó Darwin.

Para esa lucha todas las especies vivientes posen medios especiales de protección o de ofensa, que adquieren un valor psicológico cada vez más explícito desde las especies inferiores hasta el hombre.

Los primitivos medios de lucha son violentos y se complementan progresivamente con medios fraudulentos; entre éstos, uno de los más importantes en la especie humana es la simulación.

En todas sus manifestaciones la simulación es útil en la lucha por la vida y se presenta como un resultado de la adaptación a condiciones propias del medio en que la lucha se desenvuelve.

II.

En el mundo biológico la simulación y la disimulación están representadas por los fenómenos de homocromía y de mimetismo.

Son generalmente ajenos a la voluntad del animal mimante, y resultan de la selección natural o de la acción del medio; en ciertos casos, sin embargo, son activos y voluntarios.

A medida que progresa el desenvolvimiento mental de las especies, aumenta la posibilidad de las simulaciones individuales y es mayor la conciencia que de ellas tiene el simulador.

Sean activos o pasivos, conscientes o inconscientes, voluntarios o accidentales, los fenómenos de simulación son útiles al animal en que se observan y le sirven para la mejor adaptación a las condiciones de la lucha por la vida.


III.

En las sociedades humanas, la lucha por la vida reviste múltiples aspectos individuales y colectivos; a cada forma de lucha el hombre adapta maneras especiales de simulación y disimulación.

Existe un franco paralelismo entre las formas de lucha y las simulaciones correspondientes.

Para el común de los hombres, "saber vivir" equivale a "saber simular"; sólo algunos individuos superiores, dotados de especiales condiciones para la lucha por la vida, pueden imponer su personalidad al ambiente, sin someterse a simular o disimular para adaptarse.

Los hombres, en general, adáptanse tanto mejor al medio en que luchan por la vida cuando más desarrollada tienen la aptitud para simular.

IV.

El carácter humano, como instrumento de adaptación de la conducta al medio, es una expresión sintética de la personalidad.

El estudio de la psicología de los simuladores se refiere a una modalidad sintética del carácter, caracterizada por el predominio de la simulación.

En la composición del carácter intervienen diversos elementos de la personalidad: el predominio de algunos produce tipos que suelen clasificarse como sensitivos, intelectuales y volitivos.

Sobre esos tipos las cualidades predominantes constituyen los diversos "caracteres humanos".

Los "hombres de carácter" luchan intensamente por la vida y están diferenciados de la masa compuesta por los "sin carácter".

La mayor intensidad en la lucha por la vida implica intensificación de los medios de lucha.

Todos los hombres son simuladores, en mayor o menor grado, siendo ello indispensable para la adaptación de la conducta a las condiciones del medio.

Pero la simulación es la nota dominante en el "simulador característico", en quien la simulación es el medio preferido en la lucha por la vida.

Existen dos grupos de simuladores: los congénitos y los adquiridos.

En los primeros predomina el temperamento individual; en los segundos la influencia del medio social.

En otros casos la tendencia a simular surge sobre fondo patológico.

Por la combinación de su carácter fundamental con otros y secundarios, los simuladores pueden clasificarse en tres grupos y seis tipos principales: los simuladores mesológicos ("astutos" y "serviles"); los simuladores por temperamento ("fumistas" y "refractarios") ; los simuladores patológicos ("psicópatas" y "sugestionados").

Los simuladores mesológicos, determinados por el ambiente, exageran una forma normal de la lucha por la vida; los astutos y los serviles son harto numerosos.

Los simuladores por temperamento y los patológicos constituyen una minoría; la simulación no es, para éstos, un medio de adaptación a las condiciones de la lucha por la vida, sino el exponente de una modalidad, psíquica especial.

V.

Las simulaciones de estados patológicos se encuadran en el principio común a los demás fenómenos de simulación, siendo, como todos ellos, simples medios adaptativos a las condiciones de la lucha por la vida.

Sus móviles más comunes son tres: la explotación de la beneficencia, eludir el servicio militar y la simulación de la locura para obtener la irresponsabilidad penal.

Son casos particulares de la ley general que comprende a todos los fenómenos de simulación.

VI.

De la animalidad primitiva hasta la civilización presente, han disminuido entre los hombres los medios violentos de lucha por la vida y han aumentado los medios fraudulentos.

En formas venideras de organización social, y dada la creciente tendencia de los hombres a asociarse contra la naturaleza, la simulación parece destinada a disminuir en la medida en que se atenúe la lucha por la vida.







miércoles, 29 de mayo de 2013

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NIEBLA VOLADORA — Elsa Bornemann




 Elsa Bornemann

 


NIEBLA  VOLADORA

No se atrevía a contárselo a nadie. Ni siquiera a Tina, que la quería tanto. Tampoco a Bimbo, el gato de al lado. ¿Cómo decirles que estaba aprendiendo a volar? Además, ¿qué diría Tina si se enterara? Seguramente exclamaría asombrada:

"¡Mi gata Niebla puede volar!", y entonces... ¡ZACATE!, su mamá llamaría al veterinario y...

¿Y Bimbo? ¿Le creería acaso? No; era tan tonto... Lo único que le importaba era comer y remolonear... Nunca creería que ella era una gata voladora. Imposible. No podía contárselo a nadie.

Así fue como Niebla guardo su secreto.

Una noche de verano voló por primera vez. Un rato antes había escuchado gritar a las estrellas. ¿Las había escuchado realmente? Tal vez no... Estaba tan excitada sin saber por qué... Se acomodó inquieta en las ramas de la parra, donde le gustaba dormir, y miró hacia abajo. De repente, se dejó caer sobre las baldosas del patio, desteñidas por la mansa luz de la luna. Cayó blandamente, con las pata bien estiradas, y la cola ondulando en el vacío.

¡Volar sin alas! ¡Era tan sencillo y hermoso! ¡No se explicaba cómo no lo había hecho antes!

Desde esa vez, Niebla se lanzó a volar cada noche, usando la parra como pista de despegue. Su cuerpito gris se extendía por el aire hasta alcanzar las copas de los árboles de la vereda... el mástil de la escuela de enfrente... la veleta de la fábrica... la torre de la iglesia...

¡Alto! ¡Cada vez más alto! Cada vez más lejos de los sueños de la gente... Cada vez más cerca de los sueños de la luna... ¡Qué lindo era ver todo desde allí arriba! El aire tibio del verano se rompía en serpentinas a su paso. Las calles eran rayitas oscuras con fosforitos encendidos aquí y allá ¡Alto! ¡Cada vez más alto!

Hasta que una noche... el cielo crujió en relámpagos. Las estrellas se pusieron caperuzas negras, y ya no se las vio... una fuerte lluvia se volcó sobre el verano...

Niebla volaba distraída cuando las primeras gotas le mojaron la cola, el lomo, las patas, la cabecita...

Tina se despertó en su habitación, sacudida por los truenos.

—¡Niebla! —se dijo, preocupada —. ¡Niebla está en la parra y va a mojarse! —y salió corriendo hacia el patio.

Justamente en ese instante, su gata planeaba bajo la parra, tratando de aterrizar sobre las baldosas.

Entonces la vio, Tina la vio:

—¡Mi gata vuela! ¡Mi gata vuela! ¡Niebla es voladora! ¡Qué maravilla!

En un momento, papá y mamá estuvieron a su lado:

—Pero, Tina, ¿qué haces bajo la lluvia?

—¡Ay, Tina, siempre imaginando disparates!

—Solamente las aves pueden volar...

—A la cama, nena, te hará daño mojarte...

—Pobrecita mi Tina, sigue creyendo que su gatita volverá... ya te traeremos otra...

Tina no los escuchaba. Se dejó llevar hacia su habitación. Se dejó abrigar en su cama. Se dejó besar... Y apenas sus padres volvieron a dormirse, se levantó y miró a través de la ventana. Entonces, vio pasar a Niebla, volando entre lluvia y noche sobre los árboles, sobre las veletas, sobre los techos de las últimas casas de la cuadra, sobre la torre de la iglesia —con su colita ondulando en el vacío —, hasta que no fue más que un punto en de humo en el horizonte.

¡Alto! ¡Cada vez más alto!

Desde entonces, Tina lleva su sillita de mimbre a la puerta de su casa las noches de verano y allí se sienta. Mira a lo lejos y no habla.

Sus papás dicen que es una nena muy imaginativa y acarician el solcito de su pelo, al pasar a su lado...

Los vecinos opinan que sueña despierta y cuentan que sus ojos claros son dos paisajes de lluvia, aunque las noches sean tibias y luminosas...

Pero yo sé que Tina sólo espera el regreso de su gata, y sé también que Niebla volverá alguna noche, volando sobre los tejados, en busca de esa querida parra que filtra la luna sobre el patio... en busca de esa querida niña...

Mientras tanto, Tina espera y crece.





  
 

 

 

 

 

 

 

martes, 28 de mayo de 2013

CASO GASPAR - Elsa Bornemann








Elsa Bornemann




UN CUENTO DE ELSA BORNEMANN, CENSURADO





CASO  GASPAR

Aburrido de recorrer la ciudad con su valija a cuestas para vender —por lo menos— doce manteles diarios, harto de gastar suelas, cansado de usar los pies, Gaspar decidió caminar sobre las manos.

Desde ese momento, todos los feriados del mes se los pasó encerrado en el altillo de su casa, practicando posturas frente al espejo.

Al principio, le costó bastante esfuerzo mantenerse en equilibrio con las piernas para arriba, pero al cabo de reiteradas pruebas el buen muchacho logró marchar del revés con asombrosa habilidad.

Una vez conseguido esto, dedicó todo su empeño para desplazarse sosteniendo la valija con cualquiera de sus pies descalzos.

Pronto pudo hacerlo y su destreza lo alentó.

—¡Desde hoy, basta de zapatos! ¡Saldré a vender mis manteles caminando sobre las manos! —exclamó Gaspar una mañana, mientras desayunaba. Y —dicho y hecho— se dispuso a iniciar esa jornada de trabajo andando sobre las manos.

Su vecina barría la vereda cuando lo vio salir.

Gaspar la saludó al pasar, quitándose caballerosamente la galera:

—Buenos días, doña Ramona. ¿Qué tal los canarios?

Pero como la señora permaneció boquiabierta, el muchacho volvió a colocarse la galera y dobló la esquina.

Para no fatigarse, colgaba un rato de su pie izquierdo y otro del derecho la valija con los manteles, mientras hacía complicadas contorsiones a fin de alcanzar los timbres de las casas sin ponerse de pie.

Lamentablemente, a pesar de su entusiasmo, esa mañana no vendió ni siquiera un mantel. 

¡Ninguna persona confiaba en ese vendedor domiciliario que se presentaba caminando sobre las manos!

—Me rechazan porque soy el primero que se atreve a cambiar la costumbre de marchar sobre las piernas... Si supieran qué distinto se ve el mundo de esta manera, me imitarían...Paciencia... Ya impondré la moda de caminar sobre las manos... —pensó Gaspar, y se aprestó a cruzar una amplia avenida.

Nunca lo hubiera hecho: ya era el mediodía... los autos circulaban casi pegados unos contra otros. Cientos de personas transitaban apuradas de aquí para allá.

—¡Cuidado! ¡Un loco suelto! —gritaron a coro al ver a Gaspar. El muchacho las escuchó divertido y siguió atravesando la avenida sobre sus manos, lo más campante.

—¿Loco yo? Bah, opiniones...

Pero la gente se aglomeró de inmediato a su alrededor y los vehículos lo aturdieron con sus bocinazos, tratando de deshacer el atascamiento que había provocado con su singular manera de caminar.

En un instante, tres vigilantes lo rodearon.

—Está detenido —aseguró uno de ellos, tomándolo de las rodillas, mientras los otros dos se comunicaban por radioteléfono con el Departamento Central de Policía.

¡Pobre Gaspar! 

Un camión celular lo condujo a la comisaría más próxima, y allí fue interrogado por innumerables policías:

—¿Por qué camina con las manos? ¡Es muy sospechoso! ¿Qué oculta en esos guantes? ¡Confiese! ¡Hable!

Ese día, los ladrones de la ciudad asaltaron los bancos con absoluta tranquilidad: toda la policía estaba ocupadísima con el "Caso Gaspar—sujeto sospechoso que marcha sobre las manos".

A pesar de que no sabía qué hacer para salir de esa difícil situación, el muchacho mantenía la calma y —¡sorprendente!— continuaba haciendo equilibrio sobre sus manos ante la furiosa mirada de tantos vigilantes.

Finalmente se le ocurrió preguntar:

—¿Está prohibido caminar sobre las manos?

El jefe de policía tragó saliva y le repitió la pregunta al comisario número 1, el comisario número 1 se la transmitió al número 2, el número 2 al número 3, el número 3 al número 4...

En un momento, todo el Departamento Central de Policía se preguntaba:

¿ESTÁ PROHIBIDO CAMINAR SOBRE LAS MANOS?

Y por más que buscaron en pilas de libros durante varias horas, esa prohibición no apareció.

No, señor. ¡No existía ninguna ley que prohibiera marchar sobre las manos ni tampoco otra que obligara a usar exclusivamente los pies!

Así fue como Gaspar recobró la libertad de hacer lo que se le antojara, siempre que no molestara a los demás con su conducta.

Radiante, volvió a salir a la calle andando sobre las manos.

Y por la calle debe encontrarse en este momento, con sus guantes, su galera y su valija, ofreciendo manteles a domicilio...

¡Y caminando sobre las manos!